Eteramef‡
Más que una simple palabra
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About the Book
He bautizado este libro con el nombre Eteramefá, una palabra inventada que no esta registrada en ningun idioma del mundo, pero vive en el sentimiento de todo romantico que lucha contra el materialismo de un mundo que con la ayuda de mucha gente insensible, cada dia se vuelve mas indiferente a las cosas espirituales, preocupandose unicamente por las cosas someras y no se dan cuenta de la verdaderamente esencia del ser humano. Este es el símbolo con el cual he querido representar todo lo que esta oculto a nuestros ojos humanos. He tomado esta palabra como una espada para cortar la ceguera que padecemos; ya sea porque queremos ser ciegos, o porque en verdad no podemos ver las cosas secretas que nos pueden cambian la vida para bien.
About the Author
Mi nombre es Jaime Ernesto Ramírez, nací en el mes de marzo, cuando corría el año de 1975, en el municipio de Chalchuapa que pertenece al departamento de Santa Ana, el cual se encuentra ubicado en un pedacito de nuestro planeta, muy valioso para mí. Ese rinconcito se llama El Salvador, allí fue donde este su servidor, lloró y se bañó de luz por primera vez.
Soy hijo de Eugenio Ramírez y de Graciela Bojórquez, cuyo apellido utilizo como autor, de este mi primer libro, que si Dios me acompaña no será el único.
No soy una persona muy letrada, como ya se habrán dado cuenta, pero una vez leí por ahí, en un libro anónimo titulado “Lazarillo de Tormes”:
No hay libro, por malo que sea, que no tenga algo bueno, porque lo que es malo para unos, otros lo devoran y les parece excelente, pues los gustos no son iguales, por tanto nada que se escriba debería ser destruido porque siempre hay alguien que le puede sacar provecho.
Escudado en esas palabras, aquí me tienen, ofreciendoles mi primer libro, que espero, sea del agrado de muchos y le puedan sacar grandes beneficios.
Como ya les dije, no soy el mejor en esto de las letras, pero tengo pensamientos que creo, les pueden ayudar de alguna manera a valorar un poco más la vida y a ser más optimistas. Eso es más que razón suficiente para atreverme a exponerles dichos pensamientos.
Solamente me gradué de bachillerato en el país donde respiré por primera vez, después estudié un curso por un año de mecánica de aviación y seguidamente trabajé también un año en el Aeropuerto Internacional de Comalapa, claro que nada más pasaba destruyendo cosas, porque debo aceptar que como mecánico soy peor que para las letras, y ya ustedes se imaginarán, que pocas cosas son las que se escaparon de mis manos; luego, estuve en la Academia Nacional de Seguridad Pública y me juramenté para ser miembro de la Policía Nacional Civil, en dicho cuerpo de seguridad permanecí por más o menos un año, pues pudo más el miedo que mi valor porque siempre he tenido por lema: “Más vale que digan aquí corrió que aquí murió”. Tal vez sea por ese lema que todavía estoy aquí, fastidiandoles la vida. Todo eso sucedió en ese mismo rinconcito que me cobijó desde la infancia. Para que aconteciese todo lo que les narré, transcurrieron más o menos veinticuatro años.
En el año de 1999, emigré hacia los Estados Unidos. Emigré ilegalmente como muchos, pero a diferencia de otros, fue más por mala cabeza que por necesidad. Padecí las mismas penas que pasan todos para llegar ilegalmente a la tierra prometida del tío Sam, pero tras hambrunas, desveladas, escapadas de “La Migra” y tantas otras cosas, no menos malas que me sucedieron, cumplí otro lema que dice: “El que persevera alcanza”, y por supuesto, primero con la ayuda de Dios, llegué vivito y coleando hasta San Antonio,Texas.
De San Antonio, me trasladé a California donde viví, sufrí y trabajé por cuatro años. Sufrí porque cuando me descubrí lejos de mi cuna, me enfermé de una cosa a la que llaman nostalgia, un mal que no mata, pero pega duro, ¡y vaya que sí duele!. Parecía como que si todos los recuerdos conspirasen para desfilar incesantemente por mi pequeño cerebro, hasta el punto de llevarme hacia la esquina más solitaria que pudiese encontrar y cuando me aseguraba que nadie me miraba, comenzaba a llorar como un pobre desamparado. El llanto ya lo superé, pero no así los recuerdos, pues todavía de vez en cuando llegan a mi mente, mas sin embargo, ahora me parecen gratos porque ya no me lastiman.
Para no aburrirlos, después de vivir en California, me mudé al “Estado de los Jardines“, Nueva Jersey. Actualmente vivo todavía aquí entre los jardines, pues me encontré una flor que me cortó las alas y ahora estoy felizmente casado con ella quien fue la que me motivó a publicar este libro. Y ya no les cuento más porque tengo que ahorrar letras para el próximo.